En los últimos años, el aumento de la esperanza de vida está
propiciando la aparición de actividades, aparatos, medicamentos e incluso
aplicaciones (apps) que tratan de mejorar la calidad de vida de las
personas mayores. En este sentido, un estudio reciente destaca la práctica de
actividad física como medio de alcanzar un envejecimiento saludable (Garatachea
y Lucía, 2013). Por otro lado, es habitual oír que el karate es una forma
de vida y que puede ser practicado tanto por pequeños como por mayores. De
hecho, los grandes maestros han practicado karate durante toda su vida y nos
han impresionado con sus demostraciones de flexibilidad, potencia, equilibrio y
agilidad. Sin embargo, pocos estudios científicos han estudiado los posibles
efectos de la práctica del karate sobre la salud y el bienestar en la tercera
edad.
Hace unos meses se publicó un estudio (Jansen &
Dahmen-Zimmer, 2012) en el que participaron personas entre 67 y 93 años que
vivían en una residencia para ancianos. Los investigadores dividieron a los
residentes en 4 grupos y cada grupo realizó unas 16 sesiones de una hora de un
tipo de entrenamiento: físico, cognitivo, karate y no-entrenamiento. Los
resultados mostraron que el grupo que practicó karate mejoró
significativamente su bienestar emocional, por encima de los otros 3 grupos.
Sin embargo, ninguno de los 4 grupos consiguió mejoras en las funciones
cognitivas, posiblemente debido a la breve duración del tratamiento. Estos
resultados sugieren que la práctica de karate podría prescribirse para mantener
y mejorar la salud psicológica de personas con edades avanzadas.
Mientras muchas empresas diseñan aparatos, videojuegos y
aplicaciones para móvil, tratando de mantener las capacidades cognitivas de las
personas mayores, parece que estamos olvidando la posibilidad de utilizar un
arte centenario que podría frenar el deterioro neuronal propio del
envejecimiento. Además, el karate tiene la ventaja de trabajar al mismo tiempo
las capacidades físicas y las cognitivas. Por ejemplo, se podría mejorar el
equilibrio con un ejercicio de kihon, la memoria con un kata o la reacción a
estímulos visuales a través del kumite (utilizando protecciones adecuadas para
evitar lesiones). ¿Os imagináis a un grupo de octogenarios realizando el kata
tensho en un parque? Estarían trabajando simultáneamente respiración,
tonificación muscular, control postural, equilibrio, memoria motriz…
Desde lo que yo conozco, existen bastantes gimnasios y
clubes con karatecas mayores de 60 años, que son integrados en un grupo de
adultos. Pero, además, si se desarrollasen programas específicos para la
tercera edad, se podría abrir un campo laboral para el profesorado de karate y
dar cabida a personas que no se atreven a entrenar con compañeros más jóvenes.
Este programa debería adaptarse a ese colectivo, trabajando específicamente
aquellos aspectos más vinculados con la salud física como el equilibrio, la
flexibilidad, la resistencia cardiovascular o la fuerza, y al mismo tiempo
mejorar los procesos cognitivos a través actividades que impliquen reacción a
estímulos, memoria motriz, toma de decisiones, etc.
En conclusión, podemos recomendar la práctica de karate
en personas mayores como medio para mejorar su calidad de vida a nivel
físico, psicológico y social.
Referencias:
- Garatachea, N. & Lucia, A. (2013). Genes, physical fitness and ageing. Ageing Res Rev,12(1): 90-102.
- Jansen, P. & Dahmen-Zimmer, K. (2012). Effects of cognitive, motor, and karate training on cognitive functioning and emocional well-being of elderly people. Frontiers in Psychology, 3, Article 40.
Con autorización expresa del autor: Óscar Martínez De Quel
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