by Antonio Zurita
Existen muchas razones por las que la combinación 'niños' y
'práctica de karate' resulta perfecta y aconsejable. En la actualidad, es
aceptado por todo el mundo que la práctica diaria y habitual de ejercicio
físico no sólo es recomendable, sino que es necesaria si pretendemos disfrutar
de una vida mejor, más saludable y, consecuentemente, más feliz. No hay que
olvidar que la máxima mens sana in
corpore sano tiene muchísimos años de existencia y ha sido aceptada
unánimemente como un principio de la vida misma: para disponer de una recta
personalidad y un comportamiento socialmente correcto debemos disponer de un
cuerpo sano, que nos proporciona la practica continua y constante de un
deporte, especialmente desde la edad infantil.
Llegados a este punto, podría pensarse que cualquier deporte
o actividad física colmaría la necesidad de práctica deportiva en los niños.
Pero ¿cuál es realmente ese deporte que no solo nos proporcione el bienestar
físico, sino también que nos forme como personas válidas? La respuesta es, sin
duda alguna, y por las razones que expongo a continuación, el KARATE.
Concentración. La práctica del karate requiere de
unas altas dosis de concentración para poder ejecutar correctamente todas sus
técnicas. En este sentido, el niño que practica karate se acostumbra a utilizar
de forma muy importante y diaria la concentración como medio para alcanzar el
dominio de las técnicas. Esta utilización le va a permitir obtener unos mejores
resultados, en sus estudios, primero, y en su trabajo, después.
Respeto y Educación. El karate desarrolla la
personalidad y carácter de quien lo practica. Los principios de respeto y
educación, tan necesarios e imprescindibles en el desarrollo de la personalidad
de los niños, están presentes en todos y cada uno de los actos que practica
diariamente el karateka. En este sentido, el niño adquiere, sin darse cuenta,
el hábito cotidiano del respeto hacia sus compañeros y hacia sus superiores
(padres, profesores).
Confianza y seguridad. El karate es un excelente medio de
defensa personal. Por ello, aconsejo vivamente la práctica del karate para los
niños, pues al aprender técnicas de defensa personal van adquiriendo
paulatinamente confianza y seguridad en sí mismos.
Condición física. Puede parecer obvio destacar las
cualidades que reporta la práctica del karate, pero es necesario destacar que
se utilizan todas y cada una de las partes del cuerpo; pues las armas son
nuestros brazos, piernas, codos, dedos, manos, pies, rodillas, etc. Es por ello
que el niño aprende a utilizar su cuerpo como instrumento de defensa ante un
ataque ilegítimo. Así, la utilización continua y constante de todo el cuerpo
favorece un desarrollo físico integral del niño.
Personalidad. La práctica del karate proporciona
un mejor y más adecuado desarrollo de la personalidad del niño. De mi
experiencia como Maestro de Karate durante más de 25 años, puedo asegurar que
el niño introvertido, tras unos meses de práctica del karate, es capaz de
relacionarse sin problema alguno con otros niños de su edad; gracias al fomento
del compañerismo y del respeto hacia el adversario. En cuanto al niño inquieto
y excesivamente extrovertido, cambia rápidamente su forma de comportarse; pues
ve como sus compañeros se tratan entre sí de una forma cordial y respetuosa, lo
que le lleva a amoldar su carácter inquieto a la forma de comportarse de sus
compañeros. Por último, los niños agresivos adquieren el conocimiento de que el
karate no está pensado para atacar, sino para defenderse de un ataque injusto.
En este sentido, poco a poco van moldeando su personalidad hasta acomodarla al
respeto, la educación y el correcto comportamiento.
A la vista está que la práctica del karate es total y
absolutamente beneficiosa para los niños. Por ello, desde este periódico no
dudo en recomendarlo vivamente a todos cuantos tienen a su cargo la educación y
cuidado de los más pequeños pues estos, practicando karate, alcanzarán un
mejor, más completo y armónico desarrollo de su personalidad y, en definitiva,
llegarán a ser capaces de comportarse y vivir en sociedad como ciudadanos
plenamente válidos y responsables.
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