jueves, 18 de noviembre de 2021

DEVOLVAMOS EL DEPORTE A LOS NIÑOS

by Ignasi Taló.


Demasiados cocineros estropean el caldo, dicen los ingleses. Tal vez esto es lo que nos ha pasado con el deporte de base, que empezó siendo un juego y lo hemos desnaturalizado, convirtiéndolo en un intento vano de emular al deporte profesional.

¿Por qué debemos ser los adultos quienes creamos y diseñemos el deporte para los niños, tratando de llevarlo a la profesionalización, a la especialización y a la competición? ¿No deberíamos darles la voz a ellos, para que el juego siga siendo un juego?

La respuesta a esta cuestión es sí: un buen número de expertos afirman que los niños buscan acción, libertad, inclusión, competencia, conexión y personalización. Y, por el contrario, los que les organizamos el deporte les ofrecemos competición, rendimiento y especialización.

Un estudio publicado en 2014 en el Journal of Physical Activity and Health concluía que a los niños lo que más les gusta es intentar dar lo mejor de sí mismos, que el entrenador les trate con respeto y jugar. Y lo que menos les importa es ganar, participar en torneos, tener entrenadores especializados, conseguir medallas y que les saquen fotografías. Curiosamente, lo que más nos gusta a los adultos.

Y la puntilla la ponen los niños cuando se les pregunta cuál es su principal temor. Según otro estudio, la respuesta no son las lesiones o perder una en competición: es el estrés, la ansiedad.

Devolvamos el deporte a los niños, que se diviertan, experimenten y jueguen. Y que los adultos disfrutemos mirándoles

Estrés y ansiedad que provocamos los adultos en los niños. Lo hemos comprobado con las restricciones de público durante la pandemia. Es triste, pero sin la presencia de los padres, los niños han jugado mejor, han disfrutado más del juego… Y no es un fenómeno local, en Estados Unidos han vivido la misma experiencia. Está claro que algo estamos haciendo mal.

Tom Farrey, directivo de Aspen Institute of Sports, se planteaba hace tres años en The New York Times qué debería cambiar en el modelo del deporte americano, que obtiene tantas medallas olímpicas, pero al mismo tiempo cuenta con una de las poblaciones más sedentarias del mundo, con altísimos índices de obesidad.

La fórmula la encontró en el deporte noruego. Este pequeño país de cinco millones y medio de habitantes se adelantó en el tiempo. En 1987 se plantearon esta cuestión, pusieron a pensar a bastante gente, realizaron estudios y diseñaron un modelo que se sigue en todo el país, el Children’s Rights in Sport y que básicamente consiste en que hasta los 13 años se favorece que el mayor número de niños practiquen varios deportes, restando importancia a la competición y a las clasificaciones, y permitiendo que sea el propio niño el que decida qué deporte o deportes quiere hacer y cuántos días quiere entrenar.

En definitiva, dejar que los niños sean niños, que experimenten y se diviertan, sin exclusiones, sin abandonos, sin jóvenes quemados, que el juego siga siendo un juego. Y para que lo disfruten los niños y los padres con ellos. Y a partir de los 13 años empieza la especialización y la competición.

El resultado es que en Noruega el 93% de los niños practican deporte y sus deportistas profesionales tienen éxito: primeros en el ranquin de medallas en los JJ.OO. de Pyongyang (2018) y por delante de España en el medallero de los JJ.OO. de Tokio.

Una historia explicada por Simone Biles puede aportarnos también luces para resolver el problema. Siendo una niña, preguntó a su madre adoptiva (en realidad era su abuela) por qué no iba a verla a todas las competiciones y gritaba como el resto de padres. La sabia respuesta fue: “Soy tu madre, no tu fan”.

Devolvamos el deporte a los niños, que se diviertan, experimenten y jueguen. Y que los adultos disfrutemos mirándoles. Así devolveremos el deporte a los niños y viviremos el lema del deporte noruego: “Joy of sports for all”.

FUENTE ORIGINAL: Mundo Deportivo

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